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ALTO, NO GRITES QUE NO ESCUCHO NI APRENDO

  • Te has preguntado cómo es tu forma de educar.
  • Reflexionaste si la forma es igual a la que tuvieron con vos o si encontraste tus propios modos.
  • Tuviste charlas con tu hijo para conocerlo y saber cuál es la mejor manera que el necesita para ser querido y acompañado.
  • Te sentís desbordado por las exigencias del día a día.
  • Es importante que pensemos nuestras reacciones ante nuestros hijos, o alumnos.

 

EL GRITO DAÑA

El cerebro del niño no aprende cuando le gritan ¡Se bloquea! La amígdala cerebral se activa de manera súbita; ya que esta área se encarga de detectar una amenaza del entorno y dispara mecanismos de alerta necesarios para la protección. Los gritos hacen que se libere cortisol, que es la hormona del estrés. Se genera una sensación de angustia y tensión. Además, existe una reducción considerable del cuerpo calloso, haciendo que los dos hemisferios se desconecten. Al recibir menos flujo sanguíneo, se afecta el equilibrio emocional y la capacidad de atención.

Los niños que reciben gritos como medida de disciplina habitual aprenden patrones de acción desadaptativos y disfuncionales. Incluso podrían desarrollar un patrón de conductas agresivas o, por el contrario, una timidez extrema, miedo y sometimiento. En cualquiera de los casos, son conductas que van a repercutir de modo negativo en sus interacciones racionales, tanto en la infancia como en la vida adulta.

Los gritos dejan huella, más aún si los gritos se utilizan como herramienta habitual en la dinámica de la comunicación con los hijos. Los padres o adultos que gritan están criando personas inseguras, sin criterio propio y sin capacidad de defenderse. Los niños que han sido sometidos a la violencia verbal desarrollan problemas conductuales, de rendimiento académico, peleas con compañeros de clase, mentiras a los padres y síntomas de depresión y tristeza. Todo esto repercute indefectiblemente en la autovaloración y autoestima del niño.

Pero lo más peligroso, queridos padres, es que el niño interiorice y aprenda que este tipo de interacción por parte de cualquier persona y a emplearla él o ella misma en edades posteriores en todas sus áreas de interacción social.

Cuando estés ante una situación difícil con tus hijos, recuerda evitar gritar, porque significa perder el control. Procura mantener la calma antes de actuar o hablar; y si debes realizar una fuerte llamada de atención, no te culpes, pero no te excedas… Respira y vuelve a intentarlo. 

RECUERDA

  1. El cerebro aprende mejor en un entorno de seguridady protección
    Y no sólo los niños. Numerosos estudios han demostrado que los adultos también trabajan y rinden mejor en un entorno ‘amigable’, en donde prima el respeto frente a los gritos.
  2. Ante los gritos, se activa la emoción del miedo
    Y el miedo bloquea una zona en la amígdala que impide el paso de nueva información. La amígdala, recuerda, está encargada entre otras cosas de regular las emociones. Las almacena y las regula
  3. Ante los gritos, el cerebro activa una especie de ‘modo supervivencia’
    La zona del sistema límbico donde está la amígdala, despliega una especie de ‘escudo’ para protegerse de los gritos.
  4. Los gritos afectan directamente a la amígdala
    La amígdala es como un ‘centinela de las emociones’, y la responsable de activar la vigilancia o sentido común en nosotros, o dar la orden de ‘huida’ en caso de peligro. Lo hace mediante unos neurotransmisores que activan sustancias como la dopamina, la adrenalina, los glucorticoides.
  5. Los gritos generarán recuerdos negativos en la memoria
    La amígdala también se encarga de guardar recuerdos relacionados con las emociones. Y sí, según las conclusiones de numerosos estudios neurocientíficos, la amígdala representa un importante papel en el aprendizaje durante la infancia.

Existen muchos métodos de educación más positiva que benefician el aprendizaje de los niños. No sirven como método de escape a nuestro estrés, claro está. Exigen un compromiso y mucha paciencia por parte de los padres:

 Un niño capaz de manejar sus emociones en cada situación, es un niño feliz, capaz de hacer frente a situaciones de estrés o de conflicto. Si educas las emociones de tu hijo, te será más fácil imponer normas y límites.

 

IMPLEMENTA

– Técnica del sándwich
– Ganarse el respeto de los niños
– Generar más empatía en ellos
– Construir una base sólida de normas y límites


El grito implica un abuso de poder que descalifica a los niños, los intimida, los humilla y les genera sentimientos de inferioridad y culpa”